Fuente: aica
Convocados por el cardenal Poli, referentes de los credos rezaron por esta intención, cada uno desde su tradición, y expresaron su rechazo a cualquier ley que apruebe la muerte de un ser humano.
El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario Aurelio Poli, convocó este miércoles a un encuentro interreligioso de oración por la vida en los salones de la sede arzobispal.
Participaron monseñor Carlos Humberto Malfa, obispo de Chascomús y secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Mons. Iosif de la Iglesia Ortodoxa Griega del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, Mons. Crisóstomo de la Iglesia Siriana Ortodoxa de Antioquía, Mons. Santiago de la Iglesia Ortodoxa Apostólica de Antioquía, el rabino Gabriel Davidovich de la AMIA, el rabino Dr. Fernando Szelajen miembro de la Pontificia Academia para la Vida, Omar Abboud del Instituto de Diálogo Religioso, Abdulhanid Hageg vicepresidente del Centro Islámico de la República Argentina, el sheij Abdelnabi Elhefnawy del Centro Islámico de la República Argentina, el pastor Daniel Fucili de la Iglesia Evangélica Metodista de Merlo-Moreno, el pastor Carlos Caramutti de la Convención Evangélica Bautista Argentina, el pastor Norberto Saracco del Consejo de Pastores. Por la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la Republica Argentina (ACIERA) lo hicieron su presidente el pastor Rubén Proietti, el pastor Osvaldo Carnival, vicepresidente de Relaciones Gubernamentales; y el pastor Jorge Sennewald. Asimismo estuvieron los obispos auxiliares de Buenos Aires, monseñores Enrique Eguía Seguí, Ernesto Giobando SJ y Alejandro Giorgi.
El cardenal Poli inició este espacio de testimonio y oración, mientras que cada uno de los presentes expresó su apoyo en favor de la vida orando según su propia tradición por esta intención.
Todos los presentes manifestaron su preocupación de ser escuchados por los que tienen la responsabilidad de legislar, rechazaron cualquier ley que apruebe la muerte de un ser humano y exhortaron en cuidar la vida desde su concepción hasta la muerte natural.
Asimismo, agradecieron esta convocatoria del cardenal Poli y solicitaron continuar con estos encuentros.
Palabras del Card. Poli: “Unidos en la Oración por la vida naciente”
Muy queridos hermanos obispos, pastores y ministros
Esta mañana, una vez más, nos ha convocado la vida naciente. Nos une una raíz común, la fe de nuestro padre el patriarca Abraham en el único Dios verdadero, el que ha llamado a la existencia a todos los seres, Él es quien nos conserva en la vida y nos da el aliento; es quien juzgará nuestras obras en la tarde de la vida, y a su justicia le precederá su clemencia y misericordia. Abrahán creyó en Dios y fue bendecido con una descendencia numerosa (cfr Hb 6, 13.15), y desde entonces –como reza un antiguo himno-, contaba tribus de estrellas cada noche y soñaba con ver ese día. Confió en Dios, cuyas promesas no defraudan. Evocamos la fe de Abraham porque somos parte de la gran familia humana, la realización de aquella promesa.
Lo podemos hacer porque hemos transitado un largo y esperanzador camino de convivencia de nuestros credos. Hemos aprendido a compartir la tierra que nos recibió y la patria que nos compromete como argentinos, superando desencuentros y sobrevolando las diferencias; uniéndonos en lo que nos vincula fundamentalmente como es el caso de la vida naciente y la convicción de la inviolabilidad de toda vida humana. Todos valoramos la silenciosa mayoría religiosa de nuestro pueblo, que reconoce a Dios como fuente de toda razón y justicia, y es por eso que no podemos substraernos al compromiso de prestarles nuestra voz en sus causas, en especial a los más frágiles y vulnerables como son los inocentes por nacer, porque nadie tiene derecho a cercenar su participación en la fiesta de la vida.
«La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar»–declaraban juntos el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb-1. Y entre su primeras afirmaciones nos legaron este mensaje: «En el nombre de la inocente alma humana que Dios ha prohibido matar, afirmando que quien mata a una persona es como si hubiese matado a toda la humanidad y quien salva a una es como si hubiese salvado a la humanidad entera».
El Papa Francisco, quien no ha cesado de iluminar esta causa nos dice que: «La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo»2.
Ante la posibilidad inminente de una legislación que legalice el derecho a interrumpir el asombroso y maravilloso proceso de la vida de un humano en gestación, desde la fe y la razón, que son las dos alas por la que la verdad levanta vuelo y se impone ante la sola opinión subjetiva, volvemos a manifestar nuestra contundente convicción de que «la defensa de la vida por nacer está ligada a la defensa de cualquier derecho humano, que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades»3. La sola ciencia es suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida humana, como lo declara una autorizada Institución como es la Academia Nacional de Medicina, que en su reciente declaración «reafirma que el niño por nacer, científica y biológicamente, es un ser humano cuya existencia comenzó en el momento de la concepción»4.
Estamos en un momento de la historia nacional, en extremo angustiante, si consideramos las secuelas de la pandemia que padecemos y los dolorosos índices de pobreza e indigencia de nuestro pueblo. No obstante avanza un proyecto que directamente cuestiona y relativiza uno de los derechos humanos fundamentales como es el derecho a la vida, aunque esta verdad la sostenga la Carta Magna de los argentinos y los Tratados Internacionales a los cuales adhirió. Todos los argumentos parecen insuficientes y no faltó la palabra y los gestos para reclamar en favor de la vida de los inocentes. La palabra ‘interrumpir’ esconde una crueldad sin límites, porque podemos interrumpir la luz, el agua, el gas, pero cuando se interrumpe una vida ya no hay posibilidad, deja de existir y es la mayor desgracia nacional.
Pero cuando se caen todos los argumentos y las declaraciones parecen caer en el vacío, todavía nos queda una puerta de esperanza, que afirma nuestra fe y es común a todas nuestras confesiones: la oración. El Papa emérito Benedicto, ese anciano sabio, que supo vislumbrar el momento de su renunciamiento, para mi virtuoso y ejemplar, nos dejó una enseñanza alentadora: «la primera escuela de la esperanza es la oración…. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad…; el que reza nunca está totalmente solo»5.
Para terminar vuelvo sobre las palabras del Patriarca Abraham, cuando Dios le pide una gran prueba de fidelidad, ofrecer en holocausto a Isaac, el único hijo de su vejez –recuerdan las inocentes palabras … Padre, tenemos la leña y el fuego, ¿dónde está el cordero para el holocausto?. Sus palabras hoy son iluminadoras: «Dios proveerá el cordero para el holocausto», respondió Abraham». Gn 22, 8
¡Dios proveerá! Esa es la fe de Abraham.
Nuestros sabios, los justos, los que nos precedieron en la fe confiaron en la providencia divina, se hicieron fuertes en la plegaria, porque Dios escucha la oración de un corazón contrito y arrepentido. ¡Muchas gracias por vuestra presencia!.+