Su Santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé, consecuente con el deseo de la Madre Iglesia de Constantinopla de tener coordinación y, en la medida de lo posible, uniformidad entre las Iglesias ortodoxas locales sobre la extremadamente importante cuestión de la Divina Eucaristía y la forma de distribuirla a los fieles, envió la siguiente carta el 17 de mayo de 2020 a todos sus hermanos, sus Beatitudes, los Primados de las Iglesias ortodoxas locales:
“¡Su Beatitud, Cristo ha resucitado!
Hemos experimentado dolorosamente las circunstancias que han surgido en la vida de la Iglesia debido a la grave pandemia del nuevo coronavirus, y de todas partes hemos recibido nuevos datos locales y diversos desarrollos, en cartas o en forma de preguntas y preocupaciones. Nosotros, animados por un espíritu de solidaridad y cooperación, para proteger la salud de los fieles y el bien común, hemos aceptado la celebración de los servicios litúrgicos por un tiempo sin la presencia de los fieles en las iglesias, pero con la preocupación principal de preservar la fe de nuestros Padres, que siempre ilumina el universo.
Sin embargo, dado que después del elogioso interés de las autoridades y la invaluable prevención de los líderes durante la pandemia COVID-19, se han escuchado ciertos puntos de vista indecorosos sobre cómo abordar los misterios inmaculados, es imposible para nosotros permanecer en silencio y ajenos a una situación tan ambigua, así como inactivos frente al desarrollo de las regulaciones y prohibiciones gubernamentales relacionadas.
Hemos obedecido a las exhortaciones de las autoridades sanitarias y políticas y, como es natural, obedecemos, hasta el punto, sin embargo, donde no se perjudica la esencia y el centro de nuestra fe. La condescendencia de la Iglesia sigue el camino a la cruz, pero sin embargo se niega a descender obedeciendo a los magistrados y autoridades de este mundo cuando se cuestiona sin más el misterio de los misterios de su Vida, es decir la divina Eucaristía.
En la vida de la Iglesia, es sabido por todos que el intérprete de las exhortaciones y conceptos evangélicos y apostólicos, pero también del espíritu y la letra de los divinos y sacros cánones, es la Tradición santa, tejida indisolublemente con la diaria práctica eclesial y experiencia kenótica. Viviendo esta práctica consagrada de la Iglesia, vemos y discernimos en verdad que aquella existe en el mundo por la Eucaristía Divina y en la Eucaristía Divina, o, de otra manera, que la Eucaristía Divina es la revelación y la experiencia del misterio divino-humano de la Iglesia. El mismo Señor, que «habita invisiblemente con nosotros», que «ofrece, se ofrece y se distribuye», nos da en la Eucaristía su cuerpo inmaculado y su sangre preciosa, convirtiéndonos en la «plenitud del reino de los cielos».
Con este espíritu y este sentimiento, nos comunicamos con Su Beatitud, muy amada por nosotros, declarando en conciencia que no tenemos intención de renunciar a lo que nos fue legado por nuestros benditos Padres. A la luz de las circunstancias que han surgido, deseamos escuchar su opinión fraterna y sus pensamientos para que podamos caminar comúnmente en el enfoque pastoral de las controversias sobre el modo establecido de distribución de la comunión divina. Dicho esto, os abrazamos con amor en Cristo y saludamos con el ósculo sagrado a Su amada Beatitud, nos, vuestro querido hermano y concelebrante, participando en el único cáliz común, el cual, al beberlo, nunca tendremos sed en los siglos. Amén.»
DE LA GRAN VICARIA GENERAL DEL PATRIARCADO ECUMENICO